jueves, 14 de febrero de 2013

MI HIJO, QUIZÁS EL TUYO TAMBIÉN, ANTE LA LOMCE


Mi hijo acaba de aprobar el examen teórico del carné de conducir. Estoy contenta y me parece un gran día. Puedes pensar que con poco me conformo; pero detrás de algo tan simple hay algo mucho complejo a lo que llevo dándole vueltas desde ayer y que me gustaría compartir en este blog. El asunto tiene mucho que ver con un tema de rabiosa actualidad, con el mal llamado proyecto de Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa.

Mi hijo, por avatares varios, porque en estas cuestiones nunca hay un solo culpable ni una sola causa, no ha sido, hasta la fecha, muy buen estudiante. Como muy bien expresó un profesor suyo del Instituto Jovellanos en un momento determinado de su vida decidió declararse “insumiso de los estudios” y desaprovechó demasiado el tiempo. Acabó, a trancas y barrancas, consiguiendo el título de la ESO y acaba de finalizar un ciclo de F.P, grado medio, de comercio.

Entre una y otra, hace más de un año asumió la responsabilidad de entrenar un equipo de fútbol infantil y, para mi sorpresa, esto parece haberle hecho mucho bien, porque ha adquirido una capacidad de reflexión crítica que no deja de sorprenderme día a día. Consciente de sus errores, parece haberse animado a buscar cauces que le permitan recuperar el tiempo perdido y anda ilusionado con superar la prueba de acceso que le permita enlazar con un grado superior de Formación Profesional.

Adolescente provisto de buena retórica y no pocas capacidades psicológicas para engatusar a su interlocutor, sobre todo si se trata de una madre, yo le escucho con optimismo, pero también con la necesaria  precaución y reserva a la que te obliga la experiencia del pasado. Sólo el nerviosismo que le invadió en la noche de ayer y la madrugada de hoy, logró realmente convencerme de que algo había cambiado en el espíritu rebelde de mi hijo, en esa guerra sin cuartel que, con 13 años, decidió declararle a los estudios.

“Mamá, estoy muy nervioso. Tengo nervios en el estómago y nunca me había sentido así”, me dijo. Y yo le respondí: “tranquilo son los nervios típicos de quien se ha implicado de verdad. ¿Te das cuenta que nunca antes te habías sentido así ante un examen del instituto?”. Me respondió: “mamá, de verdad, que he cambiado, ya verás como enlazo con un módulo superior de Formación Profesional y quién sabe si no acabaré estudiando Magisterio”.

Y yo le creí y me sentí terriblemente feliz. Pero inmediatamente pensé en el impresentable Ministro de Educación y en la inminente Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa y no pude evitar entristecerme. Quizás mi hijo, por plazos de aprobación y entrada en vigor de la misma,  llegue a tener suerte y pueda tener al menos  la posibilidad de enlazar con la Formación Profesional de grado superior.

Pero aunque fuera así no me sirve de consuelo porque pienso en los miles de casos similares, en los adolescentes que en estos momentos, con 13 o 14 años, estén comportándose como lo hizo el mío y no puedo evitar estremecerme al pensar que para ellos, con esta Ley en la mano, las oportunidades de enmendar errores de adolescencia van a ser muy escasas.

La Ley que nos han diseñado segrega y excluye desde edades demasiado tempranas. En 2º y 3º de la ESO ya  se decide entre aptos y no aptos, tomando decisiones que, desde mi punto de vista, pueden llegar a ser un tanto precipitadas y en muchos casos terriblemente injustas.

En nuestro país, ateniéndonos a la Constitución, las penas privativas de libertad para alguien que delinque deben estar orientadas hacia la reeducación y la reinserción social. Pues bien, a mí se me antoja que con Ley del Ministro Wert miles de adolescentes de este país serán peor tratados que los delincuentes, ya que un error temprano puede cerrarles definitivamente la puerta para progresar personal y profesionalmente al no dejar cauces posibles, aunque realmente quieran, para enmendar un transitorio fracaso escolar.
Hasta aquí mi experiencia y mi reflexión. Si piensas como yo, di NO a esta Ley.