Como si de una mayoría
de edad se tratara la minería alcanza hoy su decimo octava jornada de huelga.
La lucha aguerrida de la sociedad minera acapara la atención dentro y fuera de
España. Millones de personas siguen expectantes el devenir de los
acontecimientos. Se suceden ríos de tinta y raudales de solidaridad.
Personalmente llevo
días dándole vueltas a escribir algo sobre el tema en mi blog, pero el contexto
me abrumaba. ¿Qué podría yo aportar que
no se haya dicho o escrito ya sobre la valentía, el coraje y el arrojo de los
mineros?
La respuesta, quizás
por demasiado sencilla, tardé en encontrarla. Nací en el valle del Samuño. Me
amamanté con la leche amarga de la huelga del 62, año en el que vine al mundo.
Crecí al calor de hombres y mujeres que lucharon denodadamente por la
dignificación de las condiciones laborales, las libertades y la democracia. Soy,
en definitiva, heredera de una cultura solidaria que imprime carácter y de la
que me siento orgullosa.
Y ahí estaba la respuesta
a mi interrogante. Mi pequeña aportación, a modo de homenaje, era reflejar por
escrito el sentimiento de orgullo que me invade por pertenecer a una sociedad,
la minera, que es única e irrepetible a la hora de afrontar colectivamente las
dificultades. Si alguien sabe aparcar las diferencias y unirse ante una causa
común de interés general, esa es la gente de las cuencas mineras asturianas.
Si la del 62 fue la
primera gran huelga del régimen franquista, todo parece indicar que esta puede
convertirse en la gran huelga del siglo XXI, convirtiendo de nuevo a la
sociedad minera en vanguardia. Millones de ojos contemplan con envidia la
unidad y la encarnizada batalla que mantienen por sus puestos de trabajo y por
su dignidad. Y saben, aunque algunos quieran hacer ver lo contrario, que no son
salvajes dinamiteros. Son hombres y mujeres con arrojo, coraje, valentía y una
gran solidaridad. ¡Mucho ánimo!
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