Me he levantado con dolor de
cabeza. Tengo sensación de no haber descansado. Mientras tomo el primer café de
la mañana recuerdo una extraña sopa de
letras: Urdangarín, Ana, Torre, José,
Rato, Silvia, Dívar, Elena…. Entonces me doy cuenta que son los posos de
la extraña pesadilla que me ha impedido descansar. Es ese momento entiendo mi desazón. Me he pasado toda la noche
viendo cientos de rostros: unos
conocidos y asociados a distintos escándalos; otros anónimos y protagonizando
largas colas en las oficinas del INEM o en un comedor social. Son las dos caras
de una moneda que no es precisamente falsa.
Quiero seguir creyendo en la
capacidad humana para imaginar y construir un mundo mejor, pero tanto bombardeo
mediático sobre conductas que, como
mínimo, son poco éticas e
insolidarias no me ayuda. Está claro que para mí, al igual que
para unos cuantos millones más de españoles y españolas, no es un buen día porque
nuestra sociedad cada vez parece alejarse más de los valores que deseamos.
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